sábado, 8 de julio de 2017

Salgo de la cabaña con el traje de baño puesto, el sol de la tarde me recibe dando de lleno sobre mi cuerpo, cálido me abraza amorosamente, el mar cuyas olas constantes resuenan invitándome a dar un último chapuzón antes del anochecer me espera, quisiera aceptar pero el sol me ha atrapado ya... Muchos niños juegan en la playa, algunos a la pelota, o tros se corretean y arman castillos de arena, postal común de una tarde de invierno en este paraíso.

Extiendo el pareo, frente a la esfera incandescente que comienza a tocar los bordes del amante mar. Estoy dispuesta a dejarme bañar un poquito más, me siento y contemplo.

Un hombre frente a mi, a ras de olas platica activamente con un grupo de niños... ¿Un hombre o un niño grandote? se rie y extiende sus dedos en señal de sorpresa, explica, como desde sus conocimientos como funciona el ecosistema marino, toma del piso un pequeño cangrejo y sigue su espectacular narración, los niños se ríen, sorprendidos buscan también su propio cangrejo. Los miro, son muchos niños, no creo que todos sean sus hijos, pero los atiende y les enseña como si lo fueran.

Medio sol ya se ha ido y yo sigo sentada, comenzando a sentir la briza nocturna, mi cabello se eriza a un más, me siento como un grano de arena expectante, paciente, que deja seguir un día más. Junto a mi, en el pareo, se acomoda un cangrejo, mirando, también al sol. Nos hacemos mutua compañía.

El cangrejo que hasta ahora está tranquilo se pone en alerta, inmediatamente después el grito de una mujer me crispa los nervios, el cangrejo sale corriendo unto con la bola de niños que apenas se despiden del hombre que les enseñaba. El blanco pantalón del hombre se extiende dejándome adivinar sus piernas, intuirlas en una transparencia casual provocada por la luz.

Es impresionantemente guapo, con una sonrisa triste, deja ir a los muchachillos mientras les agita el brazo para despedirse, se sacude, mira en torno a mi y se dispone a caminar, yo me dispongo a recibirlo, pero creo que en mi estado de arena no soy vista por que pasa de largo sin hablarme.

Como si me liberaran un resorte me  levanto, le llamo, pero no me hace caso, sigue caminando en pos de la cabaña, se pierde dentro, con el último rayo de sol.

martes, 6 de septiembre de 2016


Voy a volver, comenzaré con este concierto que hace muchísimos años, en mi vida anterior me gustaba pero que no sabía apreciar.


 Voy a comenzar con él porque pertenece a mis otros años y, cómo un recuerdo postmortem se levanta, un recuerdo que no me había atrevido a aceptar, pero que, para comenzar tendré que someterme a la revelación que viene a gritarme desde el pasado.

 ...Soy torpe... Escribiendo... más que antes, o quizás ahora me doy cuenta.
 
Pero no deseo volver, no quiero volver a esos años de horror, de incertidumbre, años de pena...

 Tampoco puedo llorarles...
 ¿Pero cómo los supero?

 
Vuelvo a escribir porque, otra vez, no hay con quién hablar. Mis palabras se quedan cortas para los escuchas y no son capaces de expresar todo lo que tengo que decir. Así, que, como alguien que ha estado en coma por muchos años tengo que rehabilitarme en este ejercicio, tengo que entrenarme de nuevo, sin tener una meta fija, sin vislumbrar un faro.

 

Para creármelo, quizás.


...La música...

 

Una herramienta nueva se ha instalado en mí.
Una herramienta nueva que no tengo la pericia para manejar.
Un lenguaje, que vislumbro, pero no conozco.
Una llave, que no controlo.
Que cuya puerta desconozco.

 

Yo en la música...
Una bruja que se equivoca de hechizo,
que se equivoca de frasco.
Torpe,
Inculta.

 

Me encuentro tambaleante en su estudio,
Principiante,
Balbuceante.

La música...

Mis planes...

¿Quién puede hacer planes con herramientas recientemente descubiertas? 

me imagino como un elefante sobre una cuerda
Tratando de pasar sobre el abismo.
la cuerda, puede ser la música.
la cuerda puedo ser yo misma.